«Nadie puede imaginar los infinitos
futuros latentes en cada amanecer,
pero el trío [de Édgar Dorantes]
estaba predestinado a crear belleza»
Guillermo Cuevas

En 1959, tras la grabación del icónico Kind of Blue, Bill Evans encontró la llave que había andado buscando para quitar los grilletes a una dotación instrumental del jazz: el trío piano-contrabajo-batería. La llave fue la cooptación de un contrabajista de origen italiano de solo 23 años, Scott LaFaro y el refrendo a un baterista también muy joven, Paul Motian, con quien había grabado, tres años atrás, su primer álbum como líder, New Jazz Conceptions. Teddy Kotick fue el bajista de esa sesión de 1956.

La conjunción Evans-LaFaro_Motian cambió radicalmente el curso y el discurso del trío de jazz, por primera vez cada instrumento era dotado de voz propia para participar en una conversación tripartita en la que todas las opiniones tenían el mismo peso.

Hasta entonces, el bajo y la batería cumplían la función de acompañantes de un soliloquio de las teclas, eran triángulos pitagóricos con una hipotenusa acostada entre la rectángula rigidez de dos catetos, la concepción evansiana hizo del trío un triángulo equilátero en el que ángulos y lados son equivalentes, condición que le valió la designación de trío tridimensional.

Desde muy joven, Édgar Dorantes se sintió atraído por un instrumento musical que se llama trío. Su primera agrupación, después de varias pruebas que fueron del dueto al cuarteto y al quinteto, se consolidó bajo el nombre de Trío Jobim, Aleph Castañeda en el bajo y Rodrigo Álvarez en la batería fueron los convidados a esa mesa que vistió manteles sincopados durante algunos años hasta que llegó la invitación de Adolfo Álvarez para que el pianista cordobés se integrara a su proyecto, Jazz entre Tres, que se completaba con el contrabajista chicaguense Benjamin Willis. En 1997, con esa agrupación llegó a su primer registro fonográfico, Blues a las Once.

En 2004, tras una aventura académica por los Estados Unidos, Dorantes cortó la cinta inaugural de su propia producción discográfica con …He’s Coming, un álbum concebido para trío, con Aleph Castañeda en el bajo y Daniel Ávila en la batería, pero aderezado con alientos, cuerdas y percusiones invitadas. Dos trompetistas, Kenny Leeper y Alex Freund, dos trombonistas, Rey David Alejandre y Jakub Dedina, un guitarrista, Francisco Lelo de Larrea y un percusionista, Miguel Cruz completan la nómina de un disco que, como la mayoría de las óperas primas, tiene mucho de indagación, de exploración de diversos caminos sonoros en busca de la propia identidad.

Después continuó con la dispersión de los conocimientos que adquirió en la Unión Americana, labor que inició cuando regresó de aquel país. El movimiento fue tomando forma y fuerza hasta desembocar en el actual Centro de Estudios de Jazz de la Universidad Veracruzana, JazzUV. Tras una incursión de 10 meses en el Área Académica de Artes realizando trabajos de planeación y gestoría, se reconcilió con su amante, el piano.

En 2012 se encontró, igual que lo había hecho Bill Evans medio siglo atrás, con los dos vértices que necesitaba para trazar su propio triángulo equilátero, el actual Édgar Dorantes Trío. Los hermanos Coronel, Emiliano, bajista, y Vladimir, baterista son las aristas que dan tridimensionalidad y personalidad propia al proyecto.

Al año siguiente grabaron el disco Remembranzas y en 2014 se reencontraron para grabar 23 temas casi a primera toma. En esos días me comentó:

« En esta etapa tengo una visión mucho más clara de lo que es la música y este trío tiene, creo, bastante calidad. El año pasado [2013] grabamos un disco que se llama Remembranzas, lo grabamos en agosto y lo sacamos en septiembre, y hace 15 días nos acabamos de meter al estudio en la Ciudad de México y, en dos días y medio, grabamos 23 temas para sacar dos discos nuevos, que espero que salgan en un par de meses.
«Con este este trío ya no ensayo, a veces damos una vuelta a algunos temas nuevos pero más bien les mando una lista de unas 400 o 500 piezas de jazz, Emiliano y Vladimir llegan y me dicen nos sabemos estos 30 temas nuevos, y los tocamos sin partituras, vamos directo a la música como aprendí en Estados Unidos».

Espontáneo y Encuentros son los nombres de los dos discos que completan una trilogía que es una genuina declaración 3 de 3: Conocimiento, experiencia y sensibilidad, intereses comunes ajenos a todo conflicto, son expuestos públicamente con cristalina transparencia.

La influencia evansiana no está solamente en la tridimensionalidad de la agrupación sino en esa condición felina capaz de transitar instantáneamente del relajamiento más absoluto a una desconcertante agilidad. La alternancia entre el lirismo y el swing, la imbricación de pianissimos y vórtices nos mantienen con el alma en vilo porque nos elevan y no sabemos si nos devolverán al mundo con un aterrizaje suave o nos dejarán caer estrepitosamente.

Ya Keith Jarrett había demostrado que los standards son veneros inagotables, esta jazzísstica trinidad confirma que los repertorios de las tradiciones del jazz y la música mexicana, así como algunos temas originales del pianista, son nacimientos de aguas heraclitianas de eterna novedad. Los tres discos son presentados por sendas notas oriundas de la pluma de Guillermo Cuevas, en la que corresponde a Encuentros afirma:

«Es difícil definir el papel de compositor en el mundo del jazz. ¿Cuáles derechos de autor permanecen cuando la línea melódica cambia, el color de la armonía se altera y el ritmo y el compás se modifican? Contra todo pronóstico, en el jazz los intérpretes logran el magnífico equilibrio de conservar el humor de cada canción aportando una visión a la vez propia e irrepetible. El trío de Édgar Dorantes nos ofrece una muestra muy bien lograda de composiciones que han superado la prueba del tiempo y de las más extravagantes improvisaciones, guardando la esencia de cada pieza con singular y económica maestría».

La reflexión me recuerda uno de los sonetos que Borges le dedica al ajedrez:

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza…?

Tras la escucha meticulosa de estos discos podemos afirmar que Dios hace al compositor, y éste, la pieza, para después preguntarnos ¿qué Dios detrás de Dios la trama empieza? Añoranza y espontaneidad, esos términos casi oximorónicos, y el imprescindible encuentro son los jugadores que reinventan cada pieza. El jazz es el Dios que, detrás de ellas, la trama empieza.

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Los discos pueden comprarse en iTunes y escucharse en Spotify. Si alguien quiere tenerlos entre sus discos de a de veras, esos que hay que desempolvar de vez en cuando, comuníquese conmigo vía Facebook o Twitter, en la parte inferior están las ligas a mis cuentas.




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